No nos sentimos menos orgullosos de adalides de la fe como Antonio Herrezuelo, quien fue encarcelado junto com su joven esposa. Frente a sus jueces había mostrado una firmeza inquebrantable. El día del auto de fe, cuando era conducido al tablado donde oiría la sentencia de muerte en la hoguera, tuvo la pena de ver su esposa Leonor de Vivero entre los reconciliados y condenados a penas menos severas, que en su caso era el vivir a perpetuidad en una casa de reclusión. Herrezuelo, al pasar delante de ella, le dijo: «Es éste el aprecio que haces de la doctrina que te he enseñado durante seis años?» Marchando luego hacia su propria huguera, iba repitiendo pasajes de la Biblia, que le consolaban y le daban oportunidad de dar testimonio de su fe a la multitud que contemplaba el espectáculo, lo que motivó que le pusieran uma mordaza en la boca, y así murió con admirable constancia
Leonor fue conducida a su encierro, y a solas com su conciencia y com el recuerdo de su esposo, sufría un tormento mayor. Arrepentida de su cobardia, confiesa de nuevo aquella fe evangélica que en un momento de debelidad había negado. Los inquisidores repitieron otra vez todo su arte y argumentos para someterla, pero ya en vano. Leonor fue condenada a morir en la hoguera el 26 de septiembre de 1568.
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